Querido Tomás, inmersa en la noche de los bolsillos,
con «La entrada en la cabeza»,
entre «La sumisión de los árboles», «La divisora de las aguas» y «El poeta en su taller»,
buscando el «Territorio del mastín» y «Reunida estación de las ciudades»,
Perdida «Aleda»,
«..No le queda más remedio al poeta que ser un narrador: estuvo allí y vio. Ahora tiene que contar lo que ha visto, tiene que arreglárselas para dar visibilidad, de un modo u otro, a su manera, abrir una ventana para contar algo de lo allí vio..»
«..Ni los maestros japoneses,
ni Kline, ni la línea
capaz de resumir de Brueghel
podrían compararse a las ramas vivas
y desnudas de estos castaños.
Ningún rigor
trazaría sin confundirse
el entramado que dibujan
sin confundirse ramas
y yemas, líquenes
blanquecinos y brotes
de color caramelo.
Pero no es tanto la precisión
como la luz perdida que se escapa
de nuestras intenciones..»